lunes, 31 de diciembre de 2012

Árbol En La Ventana


El árbol que da a mi ventana me odia. Esta es mi sospecha. Es un peral de algunos tres años de edad. Cuando me mudé al tercer piso en donde ahora vivo, recién había sido sembrado. En las últimas tres semanas ha crecido exponencialmente. No solo eso, sino que su corteza se ha transformado en una fuerte costra herrumbrosa, casi diabólica en su presencia. Durante los primeros días deduje que estaba simplemente enfermo, y que pronto la Alcaldía mandaría a cortarlo, borrando otro intento fallido de tinturar el inmenso monstruo de asfalto con algo de verde natural. Luego percibí que su podredumbre no se detenía, y muy al contrario, alimentaba al árbol con furiosa dedicación. Una noche de desenfreno, observé que alguien había dejado una bolsa de basura purulenta y aguada en sus raíces, y aunque mi borrachera no lo permitió en ese momento, pensé en recogerle al día siguiente. Al despertar, estaba limpio como una baldosa.

Después de una semana, un trozo del árbol se había configurado de nuevo. Ahora parecía un rostro humano.

Tiene una expresión indescriptible, como solo los objetos naturales pueden proveer. Su mueca manifiesta dolor, y a la vez odio irrefrenable. ¿Qué le he hecho yo para que me mire así? Ayer pasando por la biblioteca, vi un sietecueros con una cara retorcida en su base; sus ramas más altas estaban peladas y asemejaban unas garras expectantes. En la entrada de mi edificio el peral todavía espera; ha crecido un metro sobrenatural durante la noche. No sé qué es, pero algo ha comenzado. Esta mañana observé por mi ventana y unas pequeñas hojas entraban por el resquebrajo de ella. Sus brazos y su máscara están frente a mí. Meros centímetros lo separan del vidrio. Lo estudio detenidamente pero no se mueve. Nunca se mueve. No quiere darme el placer de verlo matarme. Pronto subirá hasta mí y me ahorcará con sus vengativas ramas. Pero esto es solo el principio de una fuerza que ha demorado en sacar las garras y afilar los dientes; un poder que los seres humanos aún no hemos reconocido y del que solo hemos abusado. El fin llega con un susurro.


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Publicado originalmente en "Etcétera" #2, Sueños Bizarres, Ambidiestro Taller Editorial - 2012